(A Mario Benedetti)
De repente el viento golpeo mi pecho, eras tu desde el más allá. Te vi, llegaste con la ligereza de quien nada teme, de quien ha dado amor al desposeído, te sentaste, cruzaste la pierna y me miraste de reojo…
Eres un cabrón. Te fuiste nuevamente siguiendo la lógica de la vida; vivir para morir, y morir para siempre vivir. Sí, esa relación dialéctica inequívoca del todo que siente una injusticia en lo más profundo del corazón. Eres un alma libre, siempre de un lado a otro, de arriba abajo, y más abajo, hasta llegar allá donde proclamaste un día que también existe, es decir el sur
Ahora te escribo mientras te pienso, no podía ser de otra forma, y es que me ayudaste a reafirmar lo que de por sí es tan obvio, pero que es opacado por la cotidianeidad de lo efímero y lo absurdo. Que amor y rebeldía son cara de una misma moneda, son una relación ontológica, son materia y energía, forma y esencia, acción y teoría, y juntas son revolución.
A estas alturas no es bueno afligirse hombre, ¿que si no viste el cambio a profundidad? Ya vendrá, al fin de cuentas, nuevos campos de batalla se dan en todas las trincheras, y a resultado que la generación “X” era solo una incógnita algebraica que sirve para romper cabezas de dictadores, así como tu lo hiciste gran cabrón.
Ahora que lo dices, no eres tú, es mi pinche nostalgia de saberte lejos. Ya lo decías, a veces uno no hace lo que quiere, pero siempre puede no hacer lo que no quiere, y tu nunca quisiste morir, y lo lograste. Al fin de cuentas la rebeldía difumina la muerte, en cada acto coherente, en cada gota de verdad, de palabra, de ser libre, y tus letras mi querido camarada son eso y más de lo antes dicho, pero en boca y acto de todos que somos ya muchos.
Te quiero decir que te conocí con tu cara de niño en la portada de un libro, al abrirlo supuse que habías puesto en él tu corazón, para que entrara quien quisiera, pero sobre todo, para dejarte conocer en alma. Y fue ahí, donde lo entendí, eras ya parte de mi, más que por lo leído, por lo vivido. El ambiente en tu encuentro fue extraño, la hamaca se quejaba en vaivén al compás de la lectura, afuera el cielo lloraba a la noche del lado oscuro de nuestros corazones, aquel herido que muy pocos ven, pero que muchos sienten, y entonces comprendí la necesidad de hacer en todo cuando se desea ganar, táctica y estrategia.
Benedetti, chingón, sigues sonriendo con esa mirada tenue de tierno granuja que nada oculta, transparente, honesta y muy digna. Lo sabes y siempre lo supiste; tus letras solo fueron y son el vehiculo que deberá llevarnos a la teoría-acción-amor-revolución, sí esa era tu praxis y nunca pudiste separar una de la otra, ni en el exilio al que el torturador te envió. No te preocupes, el espejo espera, y cuando el torturador en él se vea, sus fragmentos serán absorbidos ahora sí, por la historia que tu empezaste a escribir, nuestra historia.
Vi en la tele que los hipócritas hicieron en tu “honor” un homenaje. Larvas salen de sus bocas cuando mencionan tu nombre. Ellos son los mismos que te enviaron al exilio, que te arrancaron del corazón un pedazo; a tu compañera, ellos querías desde antes verte muerto. Y se que lo sabes, por eso ahora que lo digo ríes, pelotudo, te he adivinado, pero ahora va la tuya, les haces creer que este exilio es terno, pero es a la inversa, porque la palabra escrita y hablada es como el universo, no tiene alfa ni omega. Nuevamente nos enseñas que nuestra historia se construye.
Hoy hermano, te saludo con estas distorsionadas y torpes letras desde el más acá, para el más allá o viceversa, eso es lo de menos cuando la palabra es verdadera, pues la historia nos ha enseñado que en el camino vale más la palabra de nuestros muertos, por eso ese afán del usurpador, por querer que los enterremos en los más profundo de nuestra indiferencia; el olvido.
Hoy contigo celebramos, porque tu muerte a sido en victoria, no en manos del tirano. En un futuro hermano, estoy seguro que no habrá niño mirando a su padre a través de las rejas de la celda, tus letras y actos, no tendrán más sentido que partir de la justicia y regresar a ella misma.
Ahora me despido compañero, y no con un adiós, sino un hasta pronto, porque los que bebemos rebeldía no descansamos, y menos cuando lo vivido trasciende las barreras que el tirano pone para vernos bajo tierra por sus manos, tratando de evitar la emancipación de los más. Por eso, reafirmamos que aunque digan los medios que te has marchado, sigues vivo, pues solo te fuiste a otro exilio, un exilio necesario; el del ejemplo y pasos que debe seguir el hombre cuando se quiere y se respeta, cuando es coherente y justo, el de ser honesto con el mismo hasta el final de su viada material. Porque debe saberse, que más que un hombre de letras, fuiste sobre todo, un hombre de acción.
Hasta la victoria siempre compañero Mari Benedetti!!!
Mauricio Ocampo Campos
Cancún Q.Roo, a 18 de mayo de 2009
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